Olvido
Alguien dijo en cierta ocasión que la parte de su cuerpo que menos le gustaba era su cerebro, y creo que llevaba razón. Ya no hablemos de las pérfidas ideas que a veces construye, ó las malévolas intenciones y urdidos planes que trama que, por desgracia, se suelen llevar a cabo. Yo me refiero, en particular, a la memoria, registro de nuestra vida.
Sin la memoria no somos nadie, y ésta la perdemos poco a poco, todos los días. Cada noche al acostarnos hemos almacenado nuevas experiencias vividas durante el día, pero desalojado otras tantas; El grasiento bollo relleno de chocolate que compraste en la nueva tienda de la esquina ha remplazado aquella niña de grandes coletas rubias con la que jugaste al escondite en el parque, olvidas el chapuzón en ese fantástico río, ya seco, por recordar una marca de móvil de última generación, y qué decir de aquella chica que viste pasar en la playa, tan sólo 2 minutos pero juraste que nunca te olvidarías de su bello rostro... Se fue. Todo cayó en el olvido, todo quedó en el silencio. Si tan siquiera pudiésemos elegir lo que se olvida... Si tan siquiera pudiésemos borrar sólo lo malo...
Quizá por eso tengamos miedo a la muerte, porque si olvidamos en vida, qué no olvidaremos de muertos.